Ada Lovelace y el legado técnico femenino en la historia de la programación y el liderazgo científico
Hoy es el Día de Ada Lovelace. Y celebramos a una mujer y a todas las que, como Ella, imaginaron, diseñaron y programaron el futuro, muchas veces desde los márgenes, casi siempre sin reconocimiento y sin que sus nombres quedaran inscritos en los relatos oficiales.
- Mujeres que programaron y estaban inventando la programación.
- Mujeres que construyeron puentes, diseñaron infraestructuras, coordinaron operaciones logísticas, planificaron territorios.
- Mujeres que investigaron, formularon hipótesis, crearon vacunas, desarrollaron tecnologías.
- Mujeres que redactaron informes, trazaron indicadores, sostuvieron procesos institucionales, sin figurar como autoras.
- Mujeres que ejercieron liderazgo técnico en silencio, que fueron llamadas “ayuda”, “apoyo”, “colaboradoras”, cuando en realidad eran arquitectas del proceso.
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Ada Lovelace nació en 1815 en la élite británica. Hija del poeta Lord Byron y de Annabella Milbanke, una matemática aristócrata que merece un post solo para Ella. Annabella, “la Princesa de los paralelogramos” según Lord Byron por su pasión por las matemáticas, decidió criar a Ada con una educación científica rigurosa para contrarrestar la “locura poética” de Byron. Fue antiesclavista y luchadora a favor de la igualdad de derechos de las mujeres. Una madre estratega, visionaria, y profundamente comprometida con el pensamiento lógico como herramienta de emancipación.
A los 12 años, Ada soñaba con volar. Diseñó alas, estudió la anatomía de las aves, experimentó con seda, papel y alambres, y escribió un tratado que llamó Flyology. Su imaginación y creatividad, eran una forma de pensar el mundo.
A los 17 conoció al matemático Charles Babbage y su “máquina analítica”, precursora del ordenador. Ada no solo entendió su funcionamiento: vio más allá. Donde veían una calculadora, ella vio una máquina capaz de crear música, arte, patrones. En sus notas escribió el primer algoritmo destinado a ser ejecutado por una máquina. Fue la primera programadora de la historia.
Para explicar su visión, Ada recurrió a una metáfora poderosa: el telar de Jacquard, innovación revolucionaria en la industria textil. Este telar usaba tarjetas perforadas para controlar automáticamente el patrón de los tejidos. Cada tarjeta indicaba qué hilos debían levantarse o bajarse, permitiendo crear diseños complejos sin intervención manual constante. Ada Lovelace, al estudiar la máquina analítica de Charles Babbage, comprendió que ese mismo principio podía aplicarse al cálculo: “La máquina analítica teje patrones algebraicos, así como el telar de Jacquard teje flores y hojas.”
Ada estaba inventando el concepto de software: entendió que una máquina podía ejecutar instrucciones codificadas, como las tarjetas del telar, para realizar tareas abstractas, no solo textiles. Así como el telar tejía flores y hojas, la máquina analítica podría tejer “dibujos algebraicos”.
Gracias a su posición social, Ada tuvo acceso a círculos de alto nivel, trabajó con científicas como Mary Somerville, «La Reina de la Ciencia del siglo XIX», fue su tutora y mentora (cuando John Stuart Mill elaboró un manifiesto reivindicando la participación política de las mujeres y su derecho a la educación, Mary Somerville fue de las primeras personas en firmarlo)
En 1835, Ada se casó con William King, quien más tarde fue nombrado conde de Lovelace. Así, se convirtió en condesa de Lovelace. Tuvieron tres hijos, Ada supervisó de cerca su educación, especialmente en matemáticas y ciencias, pues nunca abandonó su interés. Padeció cáncer uterino, enfermedad que la llevó a la muerte en 1852, a los 36 años.
Firmó como “A.A.L.” y murió sin ver reconocida su contribución. Su legado fue silenciado, pero no se detuvo ahí.
Su hija, Annabella King escritora, pintora y violinista además de viajera enamorada del Oriente Próximo y sus caballos. Fue la primera mujer en atravesar el desierto de Negeb y fundadora de Crabbet Arabian Stud, granja de cría de caballos que funcionó hasta 1972. Tuvo que defender los derechos de su hija para heredar el título familiar, enfrentando las normas de sucesión masculina.
Su nieta, Judith Blunt-Lytton, baronesa Wentworth, llevó el legado a otro terreno fue escritora, jueza ecuestre y gestora de una de las ganaderías más influyentes del mundo. Hablaba árabe y turco, vivió en Egipto, enfrentó conflictos legales y proyectó su patrimonio internacionalmente. Ejerció liderazgo técnico y estratégico en un entorno profundamente masculinizado.
Ninguna de ellas fue “la nueva Ada”. Cada una pensó, intervino y resistió desde su contexto. Pero todas enfrentaron roles impuestos, estereotipos de género, Invisibilización de su autoridad. El legado de Ada no es solo de programación, es el de una línea de mujeres que han conseguido espacios que no estaban abiertos, pensaron el mundo con otras lógicas y transformaron estructuras desde donde pudieron.
Hoy, ese legado sigue. En mujeres que programan, sí. Pero también en quienes diseñan políticas, redactan informes, coordinan equipos, sostienen procesos, y muchas veces no aparecen en los créditos. Gracias a mujeres como ellas, hemos abierto espacios que antes no existían. Hemos cambiado formas de pensar, de liderar, de nombrar. No todo está hecho, pero ya sabemos que es posible. Porque lo hemos visto. Lo estamos haciendo.
“La imaginación es la facultad de descubrir mundos invisibles detrás de lo visible.” Ada Lovelace

