La persistencia de la memoria o Relojes blandos. Salvador Dalí
¿Será posible que menos horas resulten suficientes para sacar nuestro trabajo adelante?
Dejando fuera de esta reflexión datos y otras cuestiones “técnicas”, pienso en las situaciones que veo diariamente. Equipos y profesionales con sobrecarga laboral, funciones y tareas que se “confunden” y asumen, jornadas laborales extendidas al fin de semana, vidas profesionales hiperconectadas. Hablando con colegas de diferentes organizaciones y empresas, recibo el interés y sobre todo la necesidad de que la vida profesional de tregua para VIVIR, esa otra vida personal que en general ansiamos. Sin embargo, me trasladan la utopía de la reducción de jornada, en estos momentos
La pandemia precipitó un experimento para el que no teníamos preparación, de forma intuitiva y “artesanal” se resolvió (más o menos) la respuesta de las empresas para cumplir sus obligaciones. Este escenario dejó, en la urgencia de la situación, una gran cantidad de “otras tareas” arrinconadas y éstas son las que, en mi opinión, en este momento suponen una gran carga en los equipos y personas de organizaciones sociales, sindicales y empresas.
No dejamos de hablar de salud mental. El 30% de las bajas laborales tienen como causa el estrés. El presidente de CEOE ha señalado que la salud mental es un tema primordial debido a los cambios sociales, y me atrevo a señalar: demografía, corresponsabilidad, hiperconectividad, por citar los más evidentes.
Cada día al abrir el correo, compruebo que muchos de ellos no han salido del ordenador de la oficina, sino del personal y a horas en las que la vida laboral debería estar “cerrada”. En conversaciones no oficiales la situación que trasladan es: no llego, duermo fatal, necesito más horas, verifico en una aplicación que “me han puesto” en el móvil, … Y todo esto, mientras las organizaciones están, de forma obligatoria, elaborando protocolos de desconexión digital.
¿Una jornada laboral más corta es la solución? ¿Mis colegas encontrarían en la reducción una posible solución a su sobrecarga o estrés? ¿Dejarían de enviar correos electrónicos los domingos, o a las 6 de la mañana? ¿El móvil de trabajo estaría en modo avión? ¿Profesionales de la generación Z no abandonarían las empresas?…
No me cabe duda de que la reducción de la jornada laboral facilitará el equilibrio que buscamos entre nuestra vida profesional y nuestra vida personal, pero tampoco tengo duda de que esta medida, como casi todo en la vida, requiere un diagnóstico acertado y recursos para ponerla en marcha.
Este “mantra” es el mismo que aplicamos en los planes de igualdad: diagnóstico y plan de medidas de acción positiva con una dotación de recursos suficientes si no es así las medidas, aun bien definidas, no cambian la situación.
Gloria Alonso Rodríguez
Socia Empieza Consultora Fresh consulting®