In memoriam Dorothy Height

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Dorothy Height, una de las fundadoras del movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos, murió a los 98 años, de causas naturales.

Acababa de cumplir 98 años cuando la vida de Height se apagó ayer para siempre en el hospital Howard University de Washington por causas naturales, según confirmó el Consejo Nacional de Mujeres Negras, que lamentó la pérdida de la que fuera su presidenta durante cuatro largas décadas, impulsora de una «larga cruzada» en favor de la justicia racial y la igualdad de género desde los años de la presidencia de Roosevelt, durante la segunda guerra mundial, hasta nuestros días.

Al igual que muchos negros de su tiempo, sufrió en sus propias carnes los efectos de la discriminación cuando quiso entrar en una escuela universitaria de Nueva York pero se negaron a aceptarla porque el centro adscrito a la Universidad de Columbia ya había superado la cuota de negros en sus aulas: dos por año. «Tardé mucho en darme cuenta de que era por una cuestión racial», reconocía años más tarde en sus memorias Open with the freedom gates. Siendo joven se unió a las protestas en Harlem en los años 30, trabajó sin descanso en los 40 para que Eleanor Roosevelt se uniera a la causa de los derechos civiles, y una década más tarde presionó a Eisenhower para que acabara con la segregación en las escuelas, una de sus principales batallas pero no la única. Desde que los negros pudieran beneficiarse del acceso a vivienda pública hasta el fin de la segregación en el Ejército, no hubo lucha en la que no estuviera metida. Siempre tuvo a las mujeres en el centro de su actuación. Por eso discutió hasta el cansancio con el presidente Johnson para que designara a mujeres afroamericanas en puestos gubernamentales. Al lado de Luther King Testigo de honor de la Marcha sobre Washington en el verano de 1963, encabezada por Martin Luther King con su apoteósico final con el histórico discurso Yo tuve un sueño, años más tarde Height lamentó que ninguna mujer hablara aquel día.

Su nombre está ligado al de otras mujeres valientes paridas por la lucha contra la discriminación, como Rosa Park, la «heroína» de Montgomery, que no cediendo su asiento a un blanco en un autobús allá por 1955 prendió la mecha del movimiento por los derechos civiles. Sin ellas la historia no habría sido igual. Sin ellas quizá habría sido otro el mundo por el que lucharon Martin Luther King o Malcom X. Bill Clinton le impuso la Medalla Presidencial de la Libertad en 1994, un año después de que su nombre fuera incluido en el Salón de la Fama de las Mujeres junto al de otras protagonistas de la historia como Madeleine Albright, Hillary Clinton, Ella Fitzgerald o Katherine Graham, por mencionar solo algunas. Diez años después fue el republicano George W. Bush quien le impuso la Medalla de Oro del Congreso. Días antes de su muerte se asomaba a la radio pública para recordar a los jóvenes que son beneficiarios del trabajo y los sacrificios de muchos otros que dieron su vida para intentar que blancos y negros pudieran convivir algún día en armonía: «Lo importante ahora es que no vayáis por vuestra cuenta y que os unáis a los demás. Organizaos, buscad la manera de servir al otro, ayudad para que esto siga adelante».

Tomado de El Periódico de Cataluña (EMILIO LÓPEZ ROMERO NUEVA YORK) , 2010-04-21  y Agencia EFE

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